13 de junio de 2010

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Últimamente salgo a andar. Me dedico a eso, a andar. Sin rumbo fijo. Hasta que me canso. Hasta que creo tener las ideas más claras. Cojo mi mp3, le doy al Play y subo el volumen al máximo. Orden aleatorio. Me gusta no saber que canción sonará después. Me gusta sorprender, sobre todo adoro que me sorprendan. Con cualquier cosa. Con los mínimos detalles, que son los más grandes. Con todo y con nada. Aun que sólo sea con el orden en el que transcurren las canciones de mi lista de reproducción, pero es que odio tanto la monotonía...Sigo andando. Con la calor que hace en estos primeros días de Junio no se puede salir a la calle como no sea con una ducha implantada a la cabeza y eso tarda en agarrar así que a las 9. A las 9 se está bien y puedo andar tranquila sin la preocupación extra de ''me va a dar una insolación''. Sigo andando. Ando y pienso. Y a la vez el sol se va escondiendo, deja paso a la luna. Pienso en lo que me gusta ver atardecer. Me hace recordar e imaginar. Tonos rosados, anaranjados, como si estuviese en el paraíso. Cómo si al mundo, durante unos minutos, lo cubriera un gigante algodón de azúcar. Como si el cielo por unos momentos se volviera de caramelo. Tan dulce... tan dulce cómo tú. Apareces al final de la calle.Y luego, odiando que esos tonos pasteles no sean eternos, aparece la asustadiza luna. Poco a poco. Intentando pasar desapercibida, y a la vez consiguiéndolo. Y ya mi nivel de azúcar baja. Pero tan lento que me sorprendo al darme cuenta de ello. Tan lento, que ni si quiera percibí que tu imagen se había esfumado. Tu imagen había desaparecido. Se había ido, volando. Se había ido tal como lo hizo el sol. Desvaneciéndose bajo el horizonte. Como si fueras de viento, entre mis dedos...

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